El término “ángel de la guarda” no aparece en las Escrituras, más bien, se habla de ángeles que son “ministrantes” (véase Omni 1:25; Moroni 7:22–29). “Los ángeles hablan por el poder del Espíritu Santo” (2 Nefi 32:3) y a menudo comparten la misión del Espíritu Santo de consolar, guiar, proteger a los fieles y revelar o confirmar la verdad. Por consiguiente, el Espíritu Santo mismo se podría considerar un ángel de la guarda.
El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Desde el principio y a través de las dispensaciones, Dios se ha valido de ángeles... para transmitir amor y preocupación por Sus hijos... Visibles o invisibles, siempre están cerca” (“El ministerio de ángeles”, Liahona, noviembre de 2008, pág. 29).
El Señor no ha revelado si hay un ángel específico asignado a cuidar de cada persona, pero pueden estar seguros de que se cuenta con protección y consuelo divinos. Si ejercen la fe, tendrán la ayuda de Dios, e incluso se enviarán ángeles
para fortalecerlos, consolarlos y darles el valor para hacer lo correcto.
Liahona de enero 2012
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